El verano pasado tuve la oportunidad de pasar unos días por Noruega, un asombroso país al que espero volver pues no creo que haya descubierto ni el 1% de todas las maravillas que atesora. Y eso que el itinerario estuvo bien planificado, no hubo contratiempos y tuve muy buenos compañeros de viaje (Héctor y Kike); pero para conocer un país como este se necesitaría tiempo, muchísimo tiempo.
El buey almizclero (Ovibos moschatus) era uno de nuestros principales objetivos y este fue el primer encuentro con tan impresionante bóvido. Lo guapo hubiese sido fotografiarlo en medio de una ventisca de nieve o en otoño, con la tundra teñida por una infinita gama de cálidos colores, pero la fecha en la que podíamos ir fue esta, y bueno, todo no se puede tener...
A la la mañana siguiente era cuando teníamos reservada una ruta guiada para ver a los almizcleros por el Parque Nacional Dovrefjell-Sunndalsfjella, pero fue esta tarde y la siguiente, por nuestra cuenta, cuando pudimos disfrutar de verdad fotografiándolos mientras campaban a sus anchas, e incluso pudimos ver una "casi-pelea" entre dos machos por un par de hembras. Uno era un joven y prometedor "gallito" con los humos un poco subidos y el otro un viejo macho lleno de cicatrices, con un sólo cuerno y cientos de historias a sus espaldas. Pero en este caso la veteranía no le sirvió de mucho...